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Botticelli: el hombre que puso rostro a Venus

En la Florencia del siglo XV, un tal Alessandro Filipepi vino a nacer en el seno de una familia de curtidores de pieles. Universalmente conocido como Sandro Botticelli, fue el creador de algunas de las obras mas emblemáticas del Renacimiento italiano (seguro que muchas ya os suenan). Parece ser que el pequeño Alessandro tenía una salud delicada ya que existen documentos en los que su padre afirmaba, en una especie de declaración de la renta de la época, que su hijo de trece años era un enclenque. Nada hacía presagiar que este se convertiría en uno de los grandes maestros del Quattrocento y que sus obras serían reproducidas hasta el infinito.

El nacimiento de Venus, Sandro Botticelli, 1484. Galería Uffizi, Florencia

De cualquier forma, de joven debió ser talentoso ya que pronto sus vecinos se percataron de las cualidades de Botticelli. Y ¿quiénes eran esos vecinos? Pues nada más y nada menos que aquellos que daban apellido a su única musa: los Vespucci. Fueron ellos los que lo recomendaron para entrar de aprendiz en el taller de Filippo Lippi, maestro cercano a la familia Médici, y allí el joven Botticelli realizó sus primeras obras. Poco después logró establecerse por su cuenta en un taller en casa de sus padres, y solo salió de Florencia una vez en su vida para trabajar (leed bien) en la Capilla Sixtina por encargo del papa Sixto IV. 

Y aquí, por arte de magia, aparecieron en su vida los Médici (si esta familia te buscaba era porque algo estabas haciendo muy bien). Como siempre, solían llegar en el momento adecuado junto al artista adecuado. Con el Renacimiento ya en marcha, estos mecenas necesitaban a un pintor que se atreviera a representar escenas de la mitología pagana. Y con ellas surgió el artista más exquisito y refinado del Renacimiento (sin quitarle su sitio a Rafael), consiguió simbolizar el alma renacentista e ingenua, sin llegar al aspecto científico de Leonardo o la obsesión anatómica de Miguel Ángel. En esta época ejecutó sus tres obras clave: La primavera, El nacimiento de Venus y Palas y el centauro (las tres pueden verse hoy en la Galería Uffizi en Florencia). 

La Primavera, Sandro Botticelli, 1481-1482. Galería Uffizi, Florencia

Lo más paradójico de todo es que Botticelli nunca fue un hombre que creyera en la mitología, si no que más bien dedicó la mayor parte de su obra a pintar madonas con niño y multitud de escenas sacras. Sus cuadros mitológicos apenas superan la media docena, y aún así, son los más famosos y reconocidos hoy día. Aunque la realidad es que resultan un auténtico quebradero de cabeza para los investigadores, ya que el artista no plasmó en ellos los mitos tal y como se escribieron, si no que añadió algunos toques de la Florencia del momento.

Pero la amistad que más nos interesa hoy conocer es la que mantenía con ella, el rostro mas famoso de las obras de Botticelli, su musa y su amor platónico: Simonetta Vespucci. 

Simonetta Vespucci, retrato póstumo realizado por Sandro Botticelli entre 1476 y 1480

Se conoce que Simonetta era una joven de extraordinaria belleza que a los 16 años se casó con Marco Vespucci en Génova. Al instalarse con la familia de su marido fue descubierta por el joven Botticelli que nada más verla quedó prendado de ella. Y no sólo él, si no también los hermanos Médici, Giuliano y Lorenzo, Piero di Cosimo y otros artistas florentinos. Era tal su belleza que hasta existen fuentes que sugieren la celebración de una justa el día de su cumpleaños para competir por su amor. “La bella Simonetta” fue considerada reina de la virtud y sus rasgos se convirtieron en prototipo de la belleza femenina que primaría durante todo el Renacimiento. Botticelli puso su rostro a casi todas sus mujeres, igualándola en belleza a la mismísima diosa Venus.

El 26 de abril de 1476 falleció presuntamente de tisis, a la edad de 23 años, dejando viudo al pobre Marco que no tardó en volver a casarse. Quién no supo reponerse a la pérdida de la joven Simonetta fue Botticelli, que necesitó nueve años más para acabar su obra maestra: El nacimiento de Venus. Durante años, él la siguió retratando en sus obras incluso después de su muerte y la seguía viendo por todas partes. Vivió enamorado platónicamente de ella, algo que se puede afirmar porque al morir pidió que sus restos descansaran a los pies del sepulcro de la dama donde hoy todavía se conservan.

Retrato de Simoneta Vespucci, Sandro Botticelli

A partir de la caída de los Médici y la llegada de Savonarola a Florencia, Botticelli cambió de rumbo, dejó de trabajar y se convirtió en un genio inútil. Sus composiciones mitológicas quedaron fuera de los cánones de lo que se consideraba bello, rehusó a usar la perspectiva y su obra cayó en el olvido. El 17 de mayo de 1510 murió, olvidado y pobre, y fue sepultado en la iglesia de Ognissanti, cerrando el Quattrocento italiano y dejando paso a los grandes artistas que vendrían después, una nueva generación en una nueva ciudad: Roma.

Fue ya bien entrado el siglo XIX cuando se redescubrió su maestría, momento en el que se expusieron por primera vez dos de sus obras más famosas, en la galería de los Uffizi en Florencia.

Fuentes:
Descubrir el Arte. Sandro Botticelli: un pintor dividido y atormentado
Historia del Arte. Sandro Botticelli.
Historia National Geographic. Sandro Botticelli: el espíritu del Renacimiento

Imágenes: 
Imagen 01. Wikipedia
Imagen 02. Wikipedia
Imagen 03. Wikipedia

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