Ir al contenido principal

Santa Ana y la Virgen: el desarrollo de una iconografía

En las vísperas del día de San Joaquín y Santa Ana, festividad que se celebra el día 26 de Julio, queremos hacer un recorrido por la iconografía de Santa Ana acompañada por la Virgen María.

La festividad de Santa Ana es de gran importancia en muchos lugares. En Sevilla, por ejemplo, las localidades de Cañada Rosal y Dos Hermanas honran a la santa estos días con cultos y procesiones. A su vez, el barrio de Triana, vive sus días “señalaitos”, con la Velá de Santa Ana y la novena celebrada en honor de la misma en la parroquia del mismo nombre. Curiosos son los gozos que se celebran al dar comienzo el día de la festividad de Santa Ana. Desde el campanario de la parroquia, a las doce en punto de la noche, se encienden unas luminarias al mismo tiempo que la banda de las Tres Caídas interpreta la “Nana de la Señá Santa Ana”.

Por ello, la tradición de representar a la madre de la Virgen no es nada casual. Parece ser que el tema de Santa Ana tuvo su fuente en los Evangelios Apócrifos. Su devoción no estuvo muy extendida hasta el resurgimiento que experimentó en los siglos XVII y XVIII en su representación de maestra, tanto por su dimensión intimista como por el modelo de santificación del aprendizaje buscado por la sociedad ilustrada. A partir de entonces se empiezan a encargar pinturas y esculturas de este tema, aunque también se empezó a representar a la llamada “Santa parentela”, es decir, Santa Ana, la Virgen y el Niño Jesús.
En esta ocasión, nos vamos a centrar en la iconografía de la santa enseñando a leer a María. Como ejemplo de esta iconografía, vamos a analizar la obra Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, de Juan de Roelas, que data de 1610-1615 y cuyo emplazamiento original fue el Convento de la Merced Calzada de Sevilla. Actualmente la podemos encontrar en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.

Santa Ana enseñando a leer a la Virgen. H. 1610. Juan de Roelas. Óleo sobre lienzo. Museo de BB.AA. de Sevilla.

Este cuadro es el precedente de esta temática en el ámbito pictórico sevillano. Murillo tratará este mismo tema unos cuarenta años después y continuará con el esquema establecido. Aquí, la composición muestra un esquema diagonal, donde vemos la figura sedente de Santa Ana, representada en edad madura, presentando un libro a la Virgen Niña, que se inclina atenta para su lectura. 

La joven María, aparece ricamente vestida con túnica rosa bordada en oro y piedras preciosas y manto azul con perlas y estrellas. Se adorna también con una corona, pendientes, anillo y collar, atributos que marcan al exterior la belleza espiritual. Santa Ana, por el contrario, aparece sin ningún atributo, solo tocada por un pañuelo que circunda su rostro. Su rostro es sereno y maduro, y simboliza la sabiduría de la vida, para lo cual no hace falta tener ingente cantidad de lujos.

Detalle de las joyas que porta la Virgen María en el cuadro de Juan de Roelas.

En la estancia se observan detalles propios de un ambiente doméstico, como la cesta con dulces sobre la mesa, un cajón entreabierto con encajes y labores bajo el que se encuentran un perro y un gato, una cesta de ovillos y un cojín de bordar, tareas relacionadas con las abuelas y las madres. El perro y el gato son el símbolo de la fidelidad, que se quiere ver reflejado en la confianza de María a la hora de ponerse en las manos de su madre para aprender la importante tarea de la lectura.

Detalles del cuadro "Santa Ana enseñando a leer a la Virgen", de Roelas.

Esta multitud de detalles son características propias de la obra de Juan de Roelas, que adorna sus pinturas con un gran aparato compositivo, donde los personajes aparecen con gestos y sentimientos extraídos de la vida real. A su vez, el colorido de su pintura guarda relación con la pintura veneciana, donde predominan los tonos cálidos y los matices brillantes.

Esta pintura fue duramente criticada por Francisco Pacheco en su tratado Arte de la pintura, la cual calificó como “indecorosa”, ya que consideraba que la Virgen lo sabría todo por ciencia infusa como Madre de Dios que era, y por lo tanto, nada podría aprender de ninguna persona humana, si bien esta escena lo que mostraría sería la gran humanidad de María que, por respeto a su madre dejaría que pareciera que Santa Ana le está enseñando. Sea como fuere, esta iconografía ha sido muy interpretada a raíz de que Roelas la trabajara. 

El más claro ejemplo lo tenemos en Murillo, que realiza en 1655 su versión de Santa Ana enseñando a la Virgen a leer. En esta ocasión, Murillo toma también en cuenta una estampa grabada por Bolswert a partir de un original del mismo tema de Rubens, de entre los años 1625-1626, hoy en el Museo de Amberes, de la cual va a tomar la arquitectura del fondo, así como los ángeles que descienden para coronar a la Virgen Niña.

Santa Ana enseñando a leer a la Virgen. H. 1655. Bartolomé Esteban Murillo. Óleo sobre lienzo. Museo Nacional del Prado, Madrid.

Murillo de nuevo sitúa la escena en un ambiente doméstico donde, de nuevo, vemos objetos correspondientes a las labores de costura. Este cuadro se encuentra en el Museo del Prado de Madrid, procedente de la colección de la reina Isabel de Farnesio y que pudimos contemplar en Sevilla en la magnífica exposición “Velázquez/Murillo/Sevilla”, en el Hospital de los Venerables.

En el ámbito escultórico, encontramos dos grupos escultóricos de Martínez Montañés dedicados a esta iconografía de la Santa y la Virgen. El primero lo encontramos en el convento de Santa Ana de Sevilla, concretamente en el segundo cuerpo del retablo mayor, obra datada de 1627. 

Santa Ana enseñando a leer a la Virgen. H. 1627. Juan Martínez Montañés. Madera tallada y policromada. Convento de Santa Ana, Sevilla.

El segundo grupo lo encontramos en el Convento del Buen Suceso, también de Sevilla. En esta ocasión sólo la Santa Ana pertenece a la gubia de Montañés, obra de 1632-1633, ya que la Virgen fue destruida en 1931 y actualmente vemos una réplica realizada por Rafael Barbero.

Santa Ana con la Virgen niña. H. 1632. Juan Martínez Montañés.  Madera tallada, estofada y policromada. Iglesia del Buen Suceso, Sevilla.

No menos importante es el grupo escultórico de la Iglesia Colegial del Salvador, que realizó José Montes de Oca en 1714. En este grupo se aprecian claramente influencias de pinturas que tratan el mismo tema en la escuela Sevillana del siglo XVII. Las figuras, de mayor tamaño que el natural, están llenas de moderado clasicismo y reposo espiritual. Lejos de las idealizadas expresiones de la estética tardobarroca, artificiales y forzadas, Montes de Oca dio forma a imágenes reales y llenas de sentimiento con una destreza técnica sobresaliente, algo que nos recuerda a la pintura de Roelas.

Santa Ana enseñando a leer a la Virgen. H. 1714. José Montes de Oca. Madera tallada y policromada. Iglesia Colegial del Divino Salvador, Sevilla.

En conclusión, estamos ante un tema bastante recurrente, muy criticado y que sentó sus bases a partir de que la escuela sevillana le diera forma. Sin lugar a dudas, Juan de Roelas fue el precursor de una serie de obras que se sucederían en el tiempo y que nos muestran como un tema iconográfico que parecía estar difuso, ha ido reinterpretándose en cada estilo, dándonos la mejor de las enseñanzas: el amor de una madre que deja su trabajo y labores por educar y enseñar a su hija; un tema cotidiano que también alcanza la divinidad.

Fuentes


Imágenes

Imagen 5: Archidiócesis de Sevilla

Recursos electrónicos

Pinchando aquí, pueden visitar la obra de Roelas en gran resolución, apreciando la pincelada y todos los detalles que hemos comentado en esta publicación. También la pueden ver en realidad aumentada.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Monumentos funerarios: El panteón de Joselito El Gallo

El arte podemos encontrarlo en cualquier lugar. Sin embargo, muchas veces pasa desapercibido a nuestros ojos. Este es el caso de los monumentos funerarios que quizás por su situación, no son tan conocidos ni visitados como debieran. En esta ocasión nos vamos a detener en el Cementerio de San Fernando, de la ciudad de Sevilla, que bien puede ser considerado como un museo al aire libre, ya que en él se encuentran magníficos panteones que a su vez dotan al lugar de un especial simbolismo. Entre los sepulcros más sobresalientes, encontramos el del pintor José Villegas; el panteón López Solé (construido por Aníbal González en 1912), la tumba del gran Antonio Machín, el famoso Cristo de las Mieles (esculpido por Antonio Susillo) o el panteón del torero Joselito el Gallo, que hoy será nuestro tema de análisis. Monumento funerario de Joselito el Gallo. Mariano Benlliure. 1925. Bronce y mármol. La semana pasada se cumplían 100 años de la muerte de José Gómez Ortega, más

Botticelli: el hombre que puso rostro a Venus

En la Florencia del siglo XV, un tal Alessandro Filipepi vino a nacer en el seno de una familia de curtidores de pieles. Universalmente conocido como Sandro Botticelli, fue el creador de algunas de las obras mas emblemáticas del Renacimiento italiano (seguro que muchas ya os suenan). Parece ser que el pequeño Alessandro tenía una salud delicada ya que existen documentos en los que su padre afirmaba, en una especie de declaración de la renta de la época, que su hijo de trece años era un enclenque. Nada hacía presagiar que este se convertiría en uno de los grandes maestros del Quattrocento y que sus obras serían reproducidas hasta el infinito. El nacimiento de Venus, Sandro Botticelli, 1484. Galería Uffizi, Florencia De cualquier forma, de joven debió ser talentoso ya que pronto sus vecinos se percataron de las cualidades de Botticelli. Y ¿quiénes eran esos vecinos? Pues nada más y nada menos que aquellos que daban apellido a su única musa: los Vespucci. Fueron ellos los que lo recomenda