Tal día como hoy, un 3 de Abril de 1682, fallecía en Sevilla uno de sus pintores más sobresalientes: Bartolomé Esteban Murillo. Probablemente sea uno de los artistas españoles que más tópicos han despertado y uno de los que más sentimientos encontrados han propiciado. Murillo no deja indiferente a nadie. Su obra a día de hoy sigue despertando interés y sigue llegando a ese público que se acerca hasta ella para admirarla. Esto puede estar motivado a que sus obras son de fácil lectura y tienen un gran poder comunicativo. Murillo, además, fue un artista reconocido en vida en su propia ciudad, como atestiguan las fuentes.
A lo largo de su carrera, enfocó su producción hacia diversos temas como las pinturas de género, retratos o las pinturas de carácter religioso, en las que encontramos a sus famosas Inmaculadas, escenas de la Pasión, escenas maternales de la Virgen María con el Niño Jesús o escenas dedicadas a la vida de santos, hecho por el cual fue considerado el principal pintor del género religioso dentro del Barroco Español.
Sus obras pueden verse influenciadas por pintores italianos como Rubens, pero sin llegar al máximo de teatralidad, pues Murillo atiende a unos cánones más humanos y humildes, donde le da importancia a detalles cotidianos y otorga a sus figuras una dulzura que las hace únicas. La plasmación de sentimientos o afectos que sintonizaran con el espectador es también una constante en Murillo; busca una empatía con el receptor de su obra.
Todo lo anteriormente descrito tiene su clara ejemplificación en el tratamiento de la temática infantil, a la que Murillo supo dotar con gran ternura y realismo. Y ahondando un poco más en este género, hoy vamos a escoger la obra Los niños de la concha, para acercarnos un poco más a su contenido y a su valor devocional.
Todo lo anteriormente descrito tiene su clara ejemplificación en el tratamiento de la temática infantil, a la que Murillo supo dotar con gran ternura y realismo. Y ahondando un poco más en este género, hoy vamos a escoger la obra Los niños de la concha, para acercarnos un poco más a su contenido y a su valor devocional.
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Los Niños de la Concha. H. 1670-1675. Museo Nacional del Prado, Madrid. |
Los Niños de la concha o también conocido como el Abrazo del Niño Jesús y San Juanito, es una obra pictórica realizada por Bartolomé Esteban Murillo entre 1670-1675 en óleo sobre lienzo. Tiene unas dimensiones de 104 x 124 cm. Actualmente se encuentra en el Museo Nacional del Prado de Madrid, concretamente en la sala número 17.
Parece ser que fue adquirida hacia 1729-1733 en Sevilla por la reina Isabel de Farnesio, quien lo depositó en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, pasando posteriormente a la colección de Carlos III en el Palacio Real de Aranjuez. A comienzos de la siguiente centuria y tras un inventario realizado hacia 1814, se sabe que el cuadro formó parte de la colección de Fernando VII en el Palacio Real de Madrid. Finalmente, en 1819, el cuadro arribó al Museo del Prado.
En Los Niños de la concha aparecen como protagonistas el Niño Jesús y San Juan Bautista niño o San Juanito. Se trata de una imagen devocional sencilla con apariencia de pintura de género de una refinada técnica pictórica, correspondiente a la segunda mitad de su producción donde los colores son más vivos y la luz juega un papel protagonista en la escena. Los niños ocupan casi todo el lienzo, formando una composición triangular donde la cabeza del Niño Jesús es el vértice superior. El cordero y el bastón de San Juanito refuerzan las líneas diagonales. El tratamiento de la luz da un aspecto brumoso, casi vaporoso, característica muy presente en las obras de estos años, con una pincelada bastante suelta.
En la escena, el Niño Jesús está dando de beber a San Juanito de una concha, parece ser que como un sueño premonitorio de su bautizo a manos de su primo en el río Jordán. El Niño Jesús aparece en un plano superior al de San Juanito y alrededor de su cabeza se abre un rompimiento de gloria, aludiendo a su divinidad. San Juanito aparece con sus atributos, como el lábaro que lleva la filacteria con la inscripción Ecce Agnus Dei, palabras que utilizó San Juan Bautista para identificar a Jesús en el momento previo a su bautizo. También se representa a San Juanito vestido con la piel de camello, vestimenta que tuvo en el desierto como penitencia junto a un cordero, símbolo del propio Cristo, Agnus Dei, que quita los pecados del mundo. En la parte superior el rompimiento de gloria contrasta con el grisáceo cielo al que se abren donde aparecen tres ángeles niños que se asoman a contemplar la entrañable escena. En el fondo aparecen algunos arbustos que no restan importancia a la escena. Lo que sí llama la atención es la maestría con que trata al Cordero, aspecto que los detractores de Murillo aprovecharon para ponerle el sobrenombre despectivo de “pintor de lanas”.
Volviendo a la corte de ángeles que aparece en la escena, cabe recordar un trágico suceso que hizo cambiar la vida de Murillo, y que no fue otro que la pérdida de sus tres hijos en la epidemia de peste de 1649. La tragedia dejó huella en la obra de Murillo, que a partir de entonces intensificó el interés por la infancia en sus cuadros. El artista revolucionó la manera de pintar a los niños, que se fueron convirtiendo en motivo fundamental de sus lienzos tanto en su producción religiosa como profana. Además sus hijos ya fallecidos servirán de inspiración para poner rostro a mucho de los ángeles y niños que aparecen en sus cuadros con la intención de que su esposa, Beatriz, pudiera contemplar a sus hijos allá donde fuese, como si aún siguieran a su lado. Es por ello que se cree que esta corte de ángeles que preside Los niños de la Concha, no son otros que sus hijos María, Isabel Francisca y José Felipe.
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Detalle superior de "Los Niños de la Concha" dónde se aprecian los tres ángeles cuyos rostros evocan a los hijos fallecidos del pintor. |
Aunque Murillo pudo conocer los juegos infantiles de la estampa de Guido Reni o de la composición de Rubens, se cree que en esta ocasión supera la literalidad de los anteriores para crear una iconografía arriesgada y única. Esta pintura es una muestra de la ternura y delicadeza propia del estilo pictórico de Murillo y de su capacidad y destreza para plasmar conceptos teológicos complejos en imágenes sencillas y fácilmente interpretativas que a su vez servían como imágenes de devoción.
Este cuadro estuvo presente en la exposición “Murillo y su estela en Sevilla” que se celebró en el Espacio Santa Clara de la capital andaluza del 6 de Diciembre de 2017 al 8 de Abril de 2018.
Fuentes:
AA.VV. (2009) “La guía del Prado”. Madrid, Museo Nacional del Prado.
DÍAZ PÉREZ, E. (2017). “El color de los ángeles”. Barcelona, Editorial Planeta.
NAVARRETE PRIETO, B. (Coord.) (2017). “Murillo y su estela en Sevilla”. Sevilla, Instituto de la Cultura y las Artes. Ayuntamiento de Sevilla. 30-31; 232-234.
NAVARRETE PRIETO, B. (2017). “Murillo y las metáforas de la imagen”. Madrid, Ediciones Cátedra. 145-152.
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