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San Pedro del Vaticano: los inicios de un gigante

Después de proyectar el Templete de San Pietro in Montorio, Bramante recibe el encargo de diseñar otro edificio: la nueva basílica de San Pedro. Y sí, decimos la nueva, porque en aquella época ya existía una basílica donde hoy se levanta la actual, entonces ¿qué motivó al papa para que se atreviera a construir un templo nuevo eliminando el anterior? Os lo contamos de forma muy resumida.

Actual basílica de San Pedro en el Vaticano

La antigua basílica de San Pedro era un edificio paleocristiano (330 a.C) cuya construcción fue ordenada por el emperador Constantino y se ubicaba en la Colina Vaticana en el lugar donde la tradición situó la tumba del apóstol Pedro. Tras la caída del Imperio Romano en el 476 d.C. la ciudad de Roma se va vaciando y la sede papal se traslada a Aviñon (Francia) muchos años (en total residieron allí siete Obispos de Roma). A finales del siglo XV la península italiana se encuentra en pleno auge cultural renacentista y los papas deciden volver a Roma. Pero la basílica existente se encontraba bastante deteriorada y amenazaba con derrumbarse, así que esto les valió como “excusa” para emprender un proyecto mayor. Los papas estaban decididos a crear un imperio a la altura del romano y su sede debía estar allí, en el lugar donde Pedro fue crucificado y enterrado: Roma. Aquí no hay discusión posible, en aquella época los papas hacían y deshacían a su antojo y, si Roma ha de ser la capital de la cristiandad, se ha de construir un edificio acorde. Y no hablamos de un simple edificio, hablamos de toda una ciudad, que albergará en su interior un muestrario de todas las artes del mundo y, además, la mayor basílica jamás construida (entre otras razones porque no se permite la edificación de templos mayores).


Antigua basílica paleocristiana de San Pedro

Tras algunos intentos del papa Nicolás V por reformar el antiguo edificio encargando el trabajo a Leon Battista Alberti, se llegó a la conclusión de que la basílica primitiva no estaba a la altura de lo que se les venía encima. Roma iba a ser foco de peregrinación de todos los cristianos del mundo y no iba a quedarse atrás en cuanto a las novedades que se estaban viviendo en Florencia. Ahora solo faltaba que llegara un papa con la capacidad de tomar esa decisión: Julio II. Fue él quién ordenó la construcción de una nueva basílica ex-novo acorde con la nueva estética renacentista (debió pensar que a Roma le había llegado, nuevamente, su momento). Y ¡vaya si le llegó!, porque aquí comenzó una nueva era, la plenitud de los tiempos, aquí el Renacimiento se hizo piedra y bronce, se hizo escultura, pintura… arquitectura. Pontífices cultures de las artes llamaron a Roma a los grandes genios, arquitectos, escultores, pintores… como Bramante, Miguel Ángel, Rafael, Maderno, Bernini y Borromini. Y claro, ¡el resultado es el mayor logro artístico de los tiempos!


Trazas originales de Bramante

Y así, Julio II deposita toda su confianza en Bramante y le da permiso para demoler el gran símbolo de la cristiandad. Puso en sus manos el proyecto completo con la intención de construir un templo que fuera su mausoleo, en relación directa con el mausoleo del primer papa: San Pedro. Julio II confiaba en los ideales de Bramante para que alcanzara nuevamente la perfección, la síntesis del Humanismo, y le diseñara un edificio acorde a los nuevos tiempos y a su nuevo estatus. 


Planta del proyecto definitivo de Bramante

Como no podía ser de otra forma, Bramante diseña el nuevo edificio como un templo de planta centralizada reproduciendo el mismo modelo que hizo para San Pietro in Montorio, pero a una escala mucho mayor y con unas dimensiones colosales. La planta consistía en una cruz griega (con sus cuatro brazos igual de largos) inserta en un cuadrado del que asomaban los cuatro extremos de la cruz. En las esquinas del cuadrado coloca otras cuatro cruces griegas terminadas en ábsides (medio círculo) y rellena los vértices con cuatro torres. La gran protagonista del proyecto es la inmensa cúpula central de 40 metros de diámetro y 60 metros de altura rodeada de cúpulas y semicúpulas. 

La inspiración de Bramante proviene de la gran cúpula del Panteón de Agripa apoyada en cuatro grandes pilares inspirados en la basílica de San Marcos de Venecia. En el diseño también influyeron los estudios sobre edificios de planta centralizada de Leonardo da Vinci, cuyos resultados están claramente inspirados en la planta octogonal de la catedral de Florencia. 

Maqueta del proyecto de Bramante para la basílica de San Pedro

Así que el 18 de abril de 1506 comenzaron los trabajos de demolición de la basílica paleocristiana, hecho que fue muy criticado por colegas de profesión como Miguel Ángel, y que a Bramante le hizo ganarse el apodo de “maestro ruinoso”. A todo esto hay que sumar que para pagar las obras se realizaba la venta de indulgencias, un escándalo eclesiástico que propició el nacimiento de la Reforma Protestante de Lutero. Con todo ello, Bramante no vería avanzar mucho su proyecto pues falleció en 1514 cuando solo se había edificado poco más de las cuatro pilastras que debían sostener su gran cúpula. De hecho esto fue la clave del proyecto y lo que logró permanecer posteriormente. Los pilares sirven de articulación entre los distintos espacios, eran un gran trozo de muro de forma triangular horadado en su parte interna para dar sensación de ligereza, y lo más importante, sobre ellos Miguel Ángel depositó su elegante cúpula renacentista.


Imagen del interior de la cúpula donde se aprecia el apoyo sobre los cuatro pilares

El espacio interior que proyectó Bramante se basaba en un conjunto de pilares de diferentes alturas que generaba espacios también a distintas escalas, dos sistemas de órdenes entrelazados entre sí que formaban una gran cascada de volúmenes que conducían hacia el cupulín. Aportó también otras novedades como la de elevar la cúpula sobre un tambor para que alcanzara mayor realce. 

Muy poco tendría que ver el resultado con el proyecto original, pues la imagen actual corresponde casi en su totalidad a Miguel Ángel que, aunque propuso retornar al modelo de Bramante, no pudo ser quien la terminara y Maderno se encargará de alargar la cruz y adelantar la fachada, lo que le hizo perder protagonismo a la cúpula. Luego llegaron Bernini y Borromini para terminar de rizar el rizo con su exuberante decoración barroca, pero de eso ya hablaremos otro día.

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