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Miguel Mañara: el impulsor de la Caridad


Sevilla es una ciudad rica en historia, pero también en leyendas. Sus calles son testimonio vivo, como si de un cuento se tratase. Sus monumentos nos hablan de personajes ilustres que algún día tuvieron un papel crucial en la historia de la capital hispalense. 

Hoy queremos adentrarnos en la vida de uno de estos protagonistas, cuyo recuerdo encontramos tanto en la galería de los doce sevillanos ilustres del Palacio de San Telmo como en el parque que se sitúa frente al Hospital de la Caridad, ambas representaciones del escultor Antonio Susillo. ¿De quién estamos hablando? En efecto, del Venerable Miguel Mañara.


Retrato de Miguel Mañara. 1687. Juan de Valdés Leal.

Si por algo se conoce a Mañara es por ser el mejor embajador de la Caridad, no sólo en Sevilla, sino en Andalucía. La práctica misericordiosa ejercida por este noble caballero de la Orden de Calatrava y hermano mayor que llegó a ser de la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla, le hizo valedor de ser la persona más influyente en la segunda mitad del siglo XVII en la capital hispalense. Su obra a favor de los más necesitados pronto se divulgó por todas las ciudades que quisieron tenerlo como modelo en el servicio a los demás. Pero pongámonos en antecedentes y repasemos brevemente la vida de este noble sevillano.

Don Miguel de Mañara y Vicentelo de Leca nació en Sevilla el 3 de marzo de 1627, en el seno de una familia aristócrata de origen italiano. Su padre, Tomás Mañara, llegó a Sevilla procedente de Calvi, de la isla de Córcega, haciendo fortuna con sus actividades como cargador de Indias. Fue familiar del Santo Oficio de la Inquisición y patrono del Colegio de San Buenaventura de los padres franciscanos de Sevilla. Contrajo matrimonio con Jerónima Anfriona Vicentelo con la que tuvo diez hijos, siendo Mañara el penúltimo de ellos.

Mañara vivió sus primeros años en el palacio que poseía la familia en la actual calle Levíes, y que hoy es sede de la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía y fue bautizado en la Parroquia de San Bartolomé, en pleno barrio de la Judería.

Cuando Miguel contaba con tan sólo diez años, su padre le consiguió el hábito de la Orden de Calatrava, la más antigua de las Órdenes Militares españolas. Cumplidos los trece y tras fallecer sus hermanos mayores, pasó a ser el heredero del mayorazgo. De sus primeros estudios y etapa de juventud apenas se tienen muchos datos, ya que lo que ha llegado hasta nuestros días ha sido en forma de leyendas o relatos sin mucho fundamento, propio de autores del Romanticismo, las cuales referían que Mañara era un hombre poderoso, en ciertas ocasiones “demasiado vivo” y cuya posición social le hacía llevar una vida de deleite y riquezas que superaba muy por encima cualquier inquietud espiritual.

Monumento a Miguel Mañara. 1902. Bronce. Antonio Susillo.

En 1648 contrajo matrimonio con Jerónima Carrillo de Mendoza. Lo que al principio se pensaba como un matrimonio de conveniencia para tratar de unir dos casas ilustres, resultó ser real. La influencia de esta mujer en Miguel Mañara se consideró decisiva, apartándolo por completo de la vida que llevaba anteriormente. En los años sucesivos, ocupó cargos principales en el gobierno de la ciudad.

Don Miguel solía pasar junto su esposa el periodo estival en un palacete que sus suegros tenían en Montejaque (Málaga). En este lugar, el 17 de septiembre de 1661 falleció inesperadamente su esposa Jerónima, a los 33 años de edad, siendo enterrada en la parroquia de Santiago El Mayor de dicha villa. Este hecho marcará un antes y un después en la vida de Mañara, ya que esta circunstancia afectó intensamente a su espíritu. Su personalidad sufrió una profunda transformación, imbuyéndose en una intensa espiritualidad. Comenzó a preocuparse por la problemática que entrañaba la circunstancia de obtener la salvación eterna, teniendo en cuenta que él mismo consideraba que en tiempos pasados había sido un gran pecador.

Convencido, por otra parte, de que su salvación sólo se obtendría entregando su vida a los demás, a través de obras de misericordia, renunció paulatinamente a los privilegios que le concedía su alta condición social y entregó su fortuna a los más necesitados. Todo esto sucede cuando Miguel sólo tenía 34 años, era aún un hombre joven cuya vida podría haberle ofrecido un sinfín de complacencias. Sin embargo, prefirió renunciar a lo mundano para buscarse a sí mismo espiritualmente.

Busto de Miguel Mañara. José Lafita Díaz. Vestíbulo del Hospital de la Caridad (Sevilla)

La tarde del 13 de agosto de 1662, Miguel Mañara paseaba por la ribera del río Guadalquivir y, al pasar por la capilla de San Jorge, vio a algunos miembros de la Santa Caridad con quienes empezó a entablar conversación. Pocos días después, solicitó su ingreso en la Hermandad mediante un escrito. Su entrada se hizo esperar pues en el seno de la corporación había reticencias en admitirlo, dado que Miguel Mañara venía precedido de cierta reputación que no era muy del agrado de éstos porque temían que sobreviniera una ruina a la hermandad. La mediación del hermano mayor fue indispensable para que, el 10 de diciembre de ese mismo año se recibiese como nuevo miembro. Tal fue su comportamiento ejemplar para con la hermandad que, con motivo de las elecciones que se celebraron en 1663, Mañara fue nombrado Hermano Mayor al considerarle la persona idónea para regir los destinos de la Institución.

Una vez elegido Hermano Mayor, Mañara se entregó de lleno a crear un hogar para los menesterosos, un lugar dedicado al cuidado de quienes más lo necesitaban sin nunca olvidar las principales obras de misericordia que todo hombre debía seguir para llegar a la salvación eterna. Así, durante su mandato, concluyó las obras de la iglesia, que duraron hasta 1670, comenzó a proyectar la edificación de un hospital que empezó siendo modesto pero que, progresivamente fue agrandando. Debido al mantenimiento del mismo, Mañara hubo de redactar unas reglas que sirviesen para marcar unas pautas de comportamiento y dedicación dentro de la hermandad.

Miguel Mañara lee la regla de la Hermandad de la Caridad. 1681. Juan de Valdés Leal. Hospital de la Caridad (Sevilla)

Por otra parte, don Miguel quiso poner por escrito su ideología y sus inquietudes espirituales, aspectos que plasmó en un pequeño e interesantísimo tratado llamado Discurso de la Verdad. Aquí especificó claramente su pensamiento, basado sobre todo en el tipo de conducta a seguir para lograr la salvación eterna, en la necesidad de desprenderse de todo cuando se tiene materialmente para ponerlo al servicio de los necesitados, además de rechazar las glorias mundanas y entregarse por completo a la práctica de la caridad con la esperanza que, a la hora de la muerte, le puedan ser abiertas al alma las puertas del cielo.

Cubierta de "El Discurso de la Verdad"

Además del tratado, todas sus voluntades quedaron plasmadas en el interior del hospital, y en mayor medida en la iglesia. Encargó a los mejores pintores, escultores y retablistas del momento un amplio programa iconográfico para señalar a los hermanos de la Santa Caridad cuál era el camino que conducía al cielo. Todo ello dio lugar a un conjunto monumental espectacular, de un inmenso valor tanto artístico como espiritual que, a día de hoy sigue sobrecogiendo al que lo visita. Desde las famosas "postrimerías" de Valdés Leal a las obras de misericordia del prolífico Murillo, Mañara ideó un gran hogar con un único fin: la Caridad.

Interior de la Iglesia de San Jorge. Hospital de la Caridad (Sevilla)

Los últimos momentos de la existencia de Miguel Mañara fueron ejemplares. Hacia 1677 decidió mudarse al propio hospital para estar más cerca del que lo pudiera necesitar. Allí, despojado de todo bienestar y entregado en cuerpo y alma a la tarea del buen funcionamiento del Hospital, murió el 9 de mayo de 1679. Curioso es el dato de su enterramiento, ya que Mañara dejó escrito que se le enterrara a los pies de la iglesia, para que todo aquel que pasara pudiera pisar los huesos del peor hombre que hubo en el mundo. Sin embargo, años más tarde, sus restos serán depositados en la cripta que hay bajo el altar mayor.

Epitafio situado a los pies de la Iglesia de San Jorge, donde estuvo enterrado D. Miguel Mañara.

A día de hoy, esta labor que comenzó Miguel Mañara continúa en el mismo hospital que él levantó. Por ello el 6 de Julio de 1985, Su Santidad el Papa Juan Pablo II le otorgó el título de Venerable.

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