Nos encontramos de nuevo en la Sevilla
del Barroco, concretamente en el siglo XVII, donde la ciudad continúa con la
renovación urbanística ya iniciada en el siglo XVI y además vive un gran
esplendor artístico, cuyo motor principal será el fervor religioso. Las ideas
que nacen con la Reforma Protestante hacen que se multipliquen las manifestaciones
religiosas, en muchos casos, a través de las artes.
Aunque parece ser que ya había existencia
de cofradías en Sevilla desde el siglo XIII, como agrupaciones de fieles que
vivían la religiosidad en modo discreto, no será hasta mediados del siglo XVI,
cundo el Concilio de Trento recomendó sacar pasos a la calle para llegar a más
fieles, momento a partir del cual las hermandades empezaron a portar sus
imágenes. Es por ello que en estos años se sucede una enorme demanda de
imágenes procesionales, bien fuesen de nazarenos, crucificados, dolorosas, etc.
Uno de los escultores más
afamados y con gran cantidad de producción para la ciudad de Sevilla fue Juan
de Mesa y Velasco. Su caso es el fiel ejemplo de fama silenciada y personalidad
artística eclipsada por su maestro. Durante más de dos siglos y medio no hubo
una sola mención a su nombre, siendo sus obras sistemáticamente atribuidas a
Juan Martínez Montañés. No fue hasta 1882 cuando José Bermejo y Carballo lo
sacó del anonimato adscribiéndole el Cristo de la Misericordia del Convento de
Santa Isabel de Sevilla. Ya en las primeras décadas del siglo XX, los documentos
extraídos de varios archivos permitieron identificar de forma mas notoria su
figura y confeccionar un catálogo.
Juan de Mesa nació en Córdoba y
fue bautizado en la parroquia de San Pedro el 26 de junio de 1583. Hacia 1606
ingresa en el taller de Martínez Montañés, tras pasar como aprendiz por el
taller del escultor Francisco de Uceda. Durante sus primeros años, trabajó en
calidad de oficial con el maestro, colaborando en la construcción del retablo
mayor de la iglesia del Monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce (Sevilla),
al cual hicimos mención en un post anterior. Sin embargo, su excelencia artística
se cifró por su faceta imaginera. Sus obras resultan revolucionarias por su fuerza
expresiva, superando el clasicismo italiano de su maestro Montañés.
De sus
manos salieron tallas de calidad asombrosa, en las que se incluyen obras de
suma importancia como el Jesús del Gran Poder de Sevilla (1620) o la Virgen de
las Angustias de Córdoba, obra póstuma de 1627. Es también
conocido por los más de once crucificados que realizó, de los cuales vamos a
resaltar el Cristo del Amor, que se encuentra en la Iglesia Colegial del Divino
Salvador de Sevilla.
Santísimo Cristo del Amor. (1618-1820). Juan de Mesa y Velasco. Iglesia Colegial del Divino Salvador de Sevilla. |
Tras la fusión de las hermandades
de la Sagrada Entrada en Jerusalén y del Amor de Cristo, el domingo 13 de mayo
de 1618 se concertó con el maestro escultor Juan de Mesa la realización de un
crucificado y una dolorosa. Dicho crucificado debía medir, según el encargo, dos
varas de largo y debía de estar realizada en madera de cedro y la cruz de roble
borne.
Los trabajos comenzaron al día siguiente
y su fecha de finalización estaba prevista para el 15 de agosto. Su precio
estaba convenido en 1000 reales, recibiendo Mesa en el momento del contrato 400
y acordándose que los 600 restantes se pagarían a finales de agosto de ese año
o cuando se hubiese entregado la obra. Sin embargo, la carta de pago no se
formalizó hasta dos años más tarde, en 1620, no se sabe si por demora en la
entrega de las imágenes o simplemente por la fecha de pago de las mismas. Es
por ello por lo que se ha establecido la cronología del Cristo del Amor y la
Virgen del Socorro entre 1618 y 1620.
El Cristo del
Amor forma parte de una imponente serie de crucificados creados a lo largo del
primer cuarto del siglo XVII que arranca con el Cristo de la Clemencia de Martínez
Montañés, en la Catedral de Sevilla, cuyo desnudo es un acierto pleno de
elegancia clasicista, en el que llama la atención los cuatro clavos que lo
sostienen a la cruz. Sin embargo, tras una reinterpretación de Francisco de Ocampo,
se empiezan a realizar los crucificados con tres clavos, hecho que ya vemos en
el Cristo del Amor.
Juan de Mesa funde en este crucificado todos los antecedentes y crea una obra personal, llena de profundidad y sobre todo de dramatismo, lo que le valdría el sobrenombre de “imaginero del dolor”. Es un cristo muerto que cuelga de la cruz de manera reposada y serena. Llama la atención el naturalismo del modelado, sobre todo en los pliegues del paño de pureza que forma una auténtica maraña y que se remata en un doble nudo. Las cejas fruncidas, los párpados cerrados y los labios entreabiertos dan aún un mayor gesto de dolor. La corona de espinas se labra sobre el mismo bloque craneal en una fórmula que Mesa hará costumbre.
Comparativa de los pies del Cristo de Amor (arriba) con un clavo, mientras que el Cristo de la Clemencia (abajo) tiene dos clavos en sus pies. |
Juan de Mesa funde en este crucificado todos los antecedentes y crea una obra personal, llena de profundidad y sobre todo de dramatismo, lo que le valdría el sobrenombre de “imaginero del dolor”. Es un cristo muerto que cuelga de la cruz de manera reposada y serena. Llama la atención el naturalismo del modelado, sobre todo en los pliegues del paño de pureza que forma una auténtica maraña y que se remata en un doble nudo. Las cejas fruncidas, los párpados cerrados y los labios entreabiertos dan aún un mayor gesto de dolor. La corona de espinas se labra sobre el mismo bloque craneal en una fórmula que Mesa hará costumbre.
Detalle del rostro del crucificado, donde se aprecia la talla de la corona de espinas. |
Mesa busca en este crucificado fidelidad plástica al tema de Dios-Hombre. Se enfrenta con el natural e interpreta y modela con corpulencia y lo sublima todo en torno a la imagen religiosa. Cuida la anatomía y la representa de una forma sobrenatural, con claras manifestaciones incluso de hipóstasis cadavéricas. Parece ser que el escultor quiso expresar la narración evangélica de los últimos momentos de la vida de Jesús al contarnos su última palabra: “Consumado está”.
No es una
imagen pensada tan solo para el templo, sino que también en la calle tiene la
finalidad de conmover al fiel y de no dejarlo indiferente, al ser Cristo el perfecto
ejemplo del amor por sus hijos, que entrega su vida por ellos.
La talla alcanza 1`81 metros de altura y es concebida como un verdadero Laocoonte cristiano. No se conoce quien la pudo policromar, ya que Mesa tenía estipulado en sus contratos realizar las imágenes “en blanco”, es decir, él no podía policromar sus esculturas.
El Cristo del
Amor tiene apenas dos intervenciones documentadas a lo largo de su historia. La
de 1900 fue denunciada por la autoridad eclesiástica, ya que parece ser que fue
realizada por personas no aptas en la materia. La restauración de 1982 incidió
en las sujeciones de la cruz a la espalda del crucificado y fue realizada por
José Rodríguez Rivero-Carrera. En esta intervención se constató que la cruz no
era la original que tallara Mesa, y que fue sustituida en 1828 para adecuarla
al paso procesional. No obstante, en 1998 y por recomendaciones del restaurador
Rivero-Carrera, se hizo otra cruz con mayor porte y modernas sujeciones. Las
dos anteriores se conservan en la casa hermandad que la corporación posee en la
Calle Villegas de Sevilla.
Altar efímero montado para la celebración de los cultos anuales del año 2020 a los titulares de la Hermandad del Amor. |
En octubre del 2019, se trasladó la imagen del crucificado a las instalaciones del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico para su estudio profundo y posterior informe de cara a la restauración que se llevaría a cabo tras la Semana Santa de 2020, hecho que aún no se ha producido debido a la crisis sanitaria del Covid-19. Este estudio ha venido motivado por un oscurecimiento en la policromía de la talla y aparición de algunas grietas. La imagen está incluida en el Inventario de Bienes Muebles de la Iglesia Católica e inscrita en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, por lo que, para la elaboración de cualquier tratamiento de conservación, había que hacerlo tal y como indicaba el art. 22 de la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía.
Como un último
dato curioso en torno a esta talla, hay que decir que a los pies del
crucificado se encuentra siempre (ya sea en el altar o en el paso procesional),
una talla de un pelícano que simboliza el amor, al abrirse el pecho con su pico
para dar de comer a sus polluelos. Es un gesto tremendo que no es más que lo
que quiere transmitirnos la imponente imagen del Cristo del Amor. No dejen de
contemplarlo en su altar de la Colegial del Salvador o en la tarde del Domingo
de Ramos de Sevilla. Sin duda alguna, un deleite para los sentidos.
Detalle del pelícano a los pies del crucificado durante el besapié celebrado en su honor. |
Fuentes
AA.VV. (1983) "Jornadas de estudio sobre Juan de Mesa y la escultura andaluza de su tiempo". Sevilla.
ROS GONZÁLEZ, F. (2018)" Las imágenes titulares de la Archicofradía del Amor", en AMOR (1618-2018), págs. 145-186. Sevilla.
Imágenes
Imagen 2: Periodista cofrade y La cámara del arte
Imagen 3 y 6: Periodista cofrade
Imagen 4: Wikipedia. Carlos Ruiz Nieto.
Imagen 5: Manuel Jesús Rodríguez Rechi. ABC Sevilla.
Comentarios
Publicar un comentario