Sevilla, 1929.
Un nuevo siglo ha empezado y nuevos arquitectos traen de la mano una nueva forma de construir. Encabezando ese grupo está Aníbal González. La mayoría de vosotros lo conoceréis por ser el gran artífice de la Plaza de España, edificio que puso broche final a su extraordinaria carrera y le proporcionó un hueco en los corazones de todos los sevillanos. Podríamos decir que con haber hecho la Plaza de España ya le habría bastado, pero es justo también mencionar el casi centenar de edificios que proyectó antes de este. Su semilla la puso en la Plaza de la Campana y con ella abrazó el estilo por el que hoy día es famoso: el Regionalismo.
Edificio para Manuel Nogueira (1907-1908) en estilo neomudéjar. Plaza de la Campana, Sevilla. |
Para hablar de Regionalismo tenemos que viajar a la España de finales del siglo XIX, época en la que surge un debate dentro de la arquitectura del país para elegir el estilo nacional, un estilo que diese identidad al pueblo. Estaba el país atravesando por un periodo de cambio, a la revolución industrial le siguió una fuerte inmigración de personas del campo a la ciudad, por lo que había que empezar a construir nuevos edificios, abrir avenidas, en definitiva, nuevas ciudades para los nuevos tiempos. Dentro de estos debates estaban aquellos simpatizantes del Modernismo (Art Nouveau) y del Historicismo. Se ve que el primero caló hondo en ciudades como la Barcelona cosmopolita, pero en Sevilla, todavía arraigada a sus tradiciones, no se hicieron apenas una veintena de edificios modernistas. Lo que sí gustaba a los sevillanos era el Historicismo, la vuelta a las culturas anteriores y al esplendor de antaño. Dentro del Historicismo surge una arquitectura que con sus edificios buscaba representar el carácter de la gente usando materiales típicos del lugar: el Regionalismo. No era más que una mera “propaganda” por así decirlo, una forma de ensalzar nuevamente el “amor por la patria” que se había perdido en siglos anteriores. Lo que se buscaba no era otra cosa que devolver a Sevilla el esplendor de las culturas pasadas.
Aníbal González proyectó varios edificios en estilo modernista, pero finalmente acabó abrazando el gusto por la historia y la recreación de otros tiempos, una visión romántica que bien le sirvió a Sevilla para levantarse nuevamente y proyectar la imagen que hoy todos tenemos de ella. Su historicismo pasó por muchas etapas: neorenacentista, neogótica, neomudéjar… pero todas ellas eran más de lo mismo: recuerdos, evocación, memoria, reminiscencia.
Su primer ensayo historicista (edificio para Manuel Nogueira) lo colocó en la mismísima Plaza de la Campana, enfrentado a otro edificio suyo de estilo moderno: el desaparecido Gran Café París. A este nuevo edificio que iba a ser el lanzamiento de su carrera regionalista le otorgó el estilo más andaluz que existe, el mudéjar. Además de ser el primero, fue también el precursor de su pabellón más famoso que proyectaría para la Exposición Iberoamericana de 1929.
Pabellón Mudéjar (1912-1914) realizado para la Exposición Iberoamericana de 1929. |
Para empezar, el nombre “mudéjar” es un término que deriva de la palabra árabe que significa “doméstico” o “domesticado”. Se usaba para designar a los musulmanes que permanecieron viviendo en territorio conquistado por los cristianos durante la Edad Media. La arquitectura mudéjar es desarrollada entonces en aquellas zonas donde ya hay una presencia cristiana, dentro de los reinos ya conquistados bajo dominio del reino de Castilla o de Aragón. Son edificios realizados por cristianos pero incorporando influencias del estilo hispano-musulmán, esta es la razón por la que hay muchas iglesias en Sevilla de estilo mudéjar (iglesias cristianas que poseen rasgos característicos del arte musulmán). Este tipo de arquitectura es un fenómeno autóctono y se da exclusivamente en la península ibérica, por ello fue reivindicado en aquellos debates para que fuese el estilo nacional, porque se basaba en un arte propiamente hispano. Aquellos arquitectos vieron en el arte mudéjar algo exclusivamente español y comenzaron a diseñar sus edificios utilizando características del viejo estilo.
Arco de estilo mudéjar de lo que era la puerta principal de la iglesia de Santa Catalina, Sevilla. |
En realidad, lo que siempre se ha considerado tradicionalmente neomudéjar, en la mayoría de los casos es un estilo neoárabe, ya que el único aspecto mudéjar que tenía era el uso del ladrillo. Los materiales predilectos en este tipo de arquitectura, a parte del ladrillo, eran el yeso, la madera y los azulejos. Podemos ver ejemplos notables de edificios con arcos de herradura decorados con coloridos azulejos de cerámica vidriada, ventanas con forma polilobulada, artesonados de madera e incluso yeserías que imitan aquellas tan famosas de La Alhambra.
En la propia Sevilla, Aníbal González fue su mayor defensor, pero también encontramos grandes edificios diseñados en estilo neomudéjar por el arquitecto José Espiau y Muñoz. Ejemplo de ello son el edificio de La Adriática y el de Ciudad de Londres, o incluso el mismo hotel Alfonso XIII diseñado para la Exposición Iberoamericana. De un ingeniero portugués, José Santos Silva, es el edificio de la estación de Córdoba, en la Plaza de Armas, creado en 1899 para recibir a los viajeros que venían desde el norte.
Edificio Ciudad de Londres (1912-1914), José Espiau y Muñoz. Sevilla. |
La visión de este tipo de arquitectura nos hace quizás pensar que estamos ante la presencia de monumentos de época medieval, cuando los moriscos caminaban por las calles de Sevilla, pero es simplemente un espejismo, un reflejo de aquella época de antaño. Quizás el hecho de que en Sevilla se celebrara un certamen como la Exposición Iberoamericana, a nivel mundial, provocó que se levantaran edificios con ese aire de monumentalidad que buscaban representar su historia, ser el reflejo de lo que un día fue la ciudad. Y fueron tan bien aceptados estos edificios entre los ciudadanos que hoy día este estilo se suele llamar “estilo sevillano” porque se han seguido usando los mismos materiales que entonces, por lo que podemos decir que sí que cumplieron su función: representar el carácter de la ciudad como buen edificio regionalista.
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